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Diana Blanco y Norberto Bacher
Relación Vanguardia-Masa en la Teoría del Partido Revolucionario
AMAUTA
La necesidad de permanecer la mayor parte del tiempo en la clandestinidad rigurosa, obligó a extremar el cuidado en el reclutamiento. Pero en las épocas en que hubo condiciones para ello, como en el período de las revoluciones de 1905 o 1917, Lenin abrió virtualmente el partido para que fuese integrado por toda una vanguardia proletaria emergente. Después, los partidos de la III Internacional se formaron de dos maneras básicas. En los países donde ya existían grandes partidos social-demócratas de masas, (Europa Occidental) con la incorporación del ala izquierda de esos partidos, aquélla que se identificaba con la revolución rusa. Donde no había partidos social-demócratas (en general fuera de Europa), las organizaciones comunistas se conformaron reuniendo rápidamente militantes de origen diverso que se identificaban con la revolución rusa. Durante los primeros años de la III Internacional sus partidos tenían una extrema diversidad de composición ideológica (reunía social-demócratas de izquierda, anti-parlamentaristas, muchos militantes de origen anarquista, aparte naturalmente de los sectores propiamente leninistas). Una mayor centralización y homogeneidad vinieron luego. (5) Si tomamos los partidos revolucionarios constituidos posteriormente a la III Internacional que dirigieron revoluciones victoriosas (el Movimiento 26 de Julio en Cuba, el Frente Sandinista en Nicaragua) lo hicieron a distancia del supuesto modelo leninista. El Movimiento 26 de Julio, como su nombre lo indica, no era un partido ni era marxista. La fundación del actual Partido Comunista de Cuba (el antiguo, stalinista, no tuvo un papel dirigente en la revolución), fue posterior a la toma del poder y se constituyó aunando a todas las corrientes empeñadas en la defensa y profundización de la revolución. El Frente Sandinista aparte de que tampoco se reivindicó como un partido leninista, sintetizó diferentes posiciones que con el tiempo dieron lugar a la formación de tres tendencias (en realidad fracciones que eran casi partidos) que recién se reunificarían en la última etapa previa a la toma del poder en julio de 1979. Es decir, ni Lenin ni ningún partido revolucionario victorioso partió del método de juntar un pequeño grupo con unidad teórica, ideológica, política y después ir ganando militantes de a uno. Es más, los procesos victoriosos de construcción de partidos revolucionarios siempre debieron tener en cuenta las particularidades nacionales, las condiciones concretas de cada país, la forma de radicalización de sus vanguardias, etc., todos procesos complejos y diferenciados. Lenin produjo un gran avance en la teoría del partido al desarrollar las distintas formas de relación entre la vanguardia del proletariado y la clase en su conjunto. Este problema que apenas fue subrayado en forma muy genérica por Marx y Engels, pero no resuelto, pasa a ser centro de preocupación durante toda la vida de Lenin. El esfuerzo leninista por encontrar soluciones a la relación conflictiva, contradictoria, dialéctica, entre la defensa de los intereses históricos del proletariado (una sociedad sin clases) y sus intereses inmediatos, no surge sólo de su genialidad, sino que es la preocupación de los revolucionarios que comprenden que la crisis del capitalismo pone el problema del poder político de las masas como un tema de rigurosa actualidad. A partir de Lenin la relación entre la vanguardia y el conjunto del proletariado, será comprendida como una expresión de los distintos niveles de conciencia en el seno de la clase obrera respecto de sus intereses históricos e inmediatos, de los diferentes niveles de experiencia política respecto a las clases opresoras y al Estado (en sus diversas formas) y las formas organizativas (incluido el partido) como expresión de esos distintos niveles, en cada momento concreto. Por eso Lenin no da una respuesta única (como quieren vendernos quienes declaman el esquema organizativo del Qué Hacer). Utiliza formulaciones a lo largo de los años, aparentemente contrapuestas, pero que mantienen esa distinción y esa relación de la vanguardia con su clase. La concepción de que la construcción de un partido revolucionario pasa por procesos diferenciados y complejos de recomposición de la vanguardia (saltos en la conciencia, fusiones, rupturas) no es contradictoria con la idea de la necesidad de un proceso persistente, riguroso, acumulativo de formación de cuadros marxistas y consagrados íntegramente a la revolución. Negar una visión lineal de la construcción del partido no se confunde con la adopción de propuestas espontaneístas en el plano de la organización partidaria, que es, esencialmente, un proceso de construcción consciente. (6) Un Partido de los Trabajadores en Argentina Argentina como país capitalista dependiente, subdesarrollado, del Tercer Mundo, sufre el impacto de la crisis en los países centrales con la implantación despiadada de los sucesivos planes de ajuste demandados por el Fondo Monetario Internacional. Las grandes mayorías visualizan el agotamiento de las fuerzas políticas tradicionales y lo expresan en el descreimiento, al asistir como convidados de piedra a la creciente corrupción e impotencia para dar respuesta a los requerimientos básicos y esenciales de la población. La extrema fragmentación que surge hoy entre los trabajadores, aparece como el reflejo de un período de transición en el desarrollo de su conciencia. Luego de haberse expresado durante décadas en el peronismo y haber articulado su combate social cotidiano desde la esencia de una concepción ideológica basada en la conciliación de clases, el desmembramiento de las formas populistas incorpora en el plano subjetivo un elemento que paraliza en lo inmediato, la disposición a la lucha de la clase obrera y demás sectores oprimidos. La crisis de representatividad política y sindical, la inoperancia y división de los partidos burgueses, a la que debemos agregar la de aquellos de la izquierda tradicional, cada uno en su propio grado y velocidad, la decadencia del modelo sindical a través del cual los trabajadores manifestaban sus exigencias y reivindicaciones, pone en evidencia el vacío de herramientas políticas y sindicales propias para resistir la ofensiva del capital. Asimismo el proceso positivo de ruptura con las direcciones burguesas y burocráticas, no ha revertido aún la imposibilidad de gestar una alternativa política propia, lo que retroalimenta la parálisis, la desmoralización entre las masas populares. Pero es importante señalar la naturaleza de esta situación, que no remite a un supuesto debilitamiento histórico del papel social de los trabajadores o a su tan mentada desaparición, como es reiterado con particular ahínco por muchas voces, supuestamente progresistas. La realidad instalada hoy es el emergente coyuntural del proceso de evolución ideológica, política y organizativa de los trabajadores, la culminación de un ciclo histórico que no ha tallado todavía sus nuevas direcciones autónomas de cualquier expresión burguesa. Consideramos que en la dialéctica entre organización clasista de masas y fuerza marxista revolucionaria se corporiza la posibilidad de responder a la crisis argentina actual y en ese sentido entendemos como un objetivo prioritario alcanzar la unidad social y política de los trabajadores. En el cuadro objetivo actual de la sociedad argentina y con las particularidades y el grado de desarrollo subjetivo logrado por el conjunto de los explotados, sostenemos el criterio de la construcción de un Partido de los Trabajadores, entendido como una herramienta política de masas, democrática -con libre y fraternal convivencia de tendencias diferenciadas- antimperialista y socialista. No contraponemos ni en modo alguno renunciamos a las ideas del marxismo revolucionario ni a su proyecto estratégico. Por el contrario, se trata de materializarlas en las condiciones históricas y sociales concretas de nuestra realidad. (7) Por eso también ese ha sido el hilo conductor de este artículo, visto en la especificidad y riqueza de las experiencias del pasado y en los rasgos inherentes a nuestro particular devenir histórico. El trabajo Panorama antes de la confrontación aporta elementos de utilidad para desarrollar la relación entre fuerza de masas y partido marxista revolucionario. Tomaremos a tal efecto un párrafo que comienza con una cita del Manifiesto Comunista: «Los comunistas no son un partido aparte, frente a los demás partidos obreros. No tienen intereses separados de los intereses de todo el proletariado. No establecen principios especiales (sectarios) según los cuales pretender moldear el movimiento proletario. Los comunistas sólo se diferencian de los restantes partidos proletarios por la circunstancia de que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios destacan y hacen valer los intereses comunes de todo el proletariado, independientes de la nacionalidad; por la otra, por el hecho de que, en las diversas fases de desarrollo que recorre la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre el interés del movimiento general, decían hace ya más de 100 años Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Es preciso volver a beber el agua límpida de esta fuente; desechar de una vez la copa envenenada del sectarismo que bajo una etiqueta falsa pretende hacer pasar por leninismo lo que no es sino una caricatura estéril. La organización de los revolucionarios en un partido capaz de conducir la lucha por el poder y el socialismo no puede ir al margen -y mucho menos a contramano- de la organización del conjunto del movimiento obrero, del desarrollo de la conciencia de las masas explotadas y oprimidas. Por eso la participación plena, disciplinada y leal de los militantes de las diversas organizaciones realmente revolucionarias en la edificación de un Partido de los Trabajadores de las características señaladas no sólo no contradice la lucha por la construcción de un partido marxista-leninista sino que es una condición para que ésta sea exitosa. No es posible imaginar el desarrollo potente de un partido revolucionario si no se afirman y fortalecen la conciencia clasista y la organización independiente del conjunto de las masas trabajadoras».(8) Plantear la conformación de un Partido de los Trabajadores, de masas, democrático, antiimperialista y socialista implica definir su naturaleza, una metodología de construcción diferente a la mayoría de las experiencias transitadas, pero esencialmente el salto cualitativo de lo social a lo político que traducirá el carácter de su conducción: los genuinos representantes de los trabajadores, reconocidos como tales por sus compañeros de clase, en cada lucha llevada adelante en los distintos lugares de trabajo, en los barrios, asentamientos, escuelas, etc. El antecedente histórico más reciente de un proceso de construcción que reúne estas características, aunque gestado en una coyuntura mundial diferente y con las particularidades del movimiento obrero y la sociedad brasileña, es el Partido de los Trabajadores de Brasil. Pero también nuestro pasado reconoce diferentes intentos y experiencias de acumulación por parte de los trabajadores para conformar alternativas propias. Si buceamos en las últimas dos décadas, los Programas de Huerta Grande y La Falda son escalones en esa búsqueda reconocida por la gran mayoría de las expresiones del movimiento obrero argentino. La materialización de una fuerza política propia, autónoma de los trabajadores, tendría efectos de gran trascendencia en el plano político, económico y en todos los órdenes de la sociedad. Pulsaría un cambio en la correlación de fuerzas entre las clases dominantes y el conjunto de los oprimidos y en la disputa para ganar la cabeza y el corazón de las masas trabajadoras. La crisis de hoy, que afirma el poder del capital mientras arremete cada vez más contra los trabajadores y el pueblo, encontraría de esta forma un freno en la edificación de la perspectiva estratégica del proletariado. Asimismo, no sólo el proceso de desagregación social hoy vigente podría detenerse, sino que la burguesía vería dificultada la posibilidad de construir una alternativa contrarevolucionaria con asiento en las bases obreras y populares. Los efectos económicos no implicarían de manera alguna la resolución de la crisis pero sin duda ésta no sólo sería descargada sobre las espaldas de los trabajadores y demás sectores explotados, ya que a medida que éstas avanzaran en el camino de su unidad social y política se precipitarían también los enfrentamientos interburgueses por el reparto de la plusvalía. Este proceso comenzaría a revertir el desarme moral y político de la clase obrera y acelerar el curso de su organización política independiente. Comentarios Finales La manipulación de la propaganda, el desembolso de cantidades de dinero por parte de la burguesía para financiar el ideario del pragmatismo, y la certeza de que las leyes del mercado son parte intrínseca a la naturaleza humana y el desarrollo social, adquiere en este período una potencia inusual. Al mismo tiempo, el derrumbe de décadas de degeneración burocrática en los Estados obreros, parece dar crédito y soporte empírico para sentenciar la muerte del marxismo. Sabemos que muchos de los conceptos y afirmaciones que aparecen en este artículo, merecerían un tratamiento y análisis particular. Hemos decidido sin embargo priorizar al abordaje global e histórico del tema de la construcción del partido para desglosar por un lado las principales controversias y desviaciones planteadas a través del tiempo, rescatando su vigencia actual . Asistimos a un presente cargado de tensiones, signado por la idea del derrumbe de los ideales sustentados por varias generaciones de revolucionarios, donde la genuina necesidad de la crítica, actualización y construcción de la teoría al fragor de la lucha de clases, se mimetiza con la aseveración de que los basamentos y principios fundantes del materialismo dialéctico, de la teoría de la revolución, pertenecen a la antesala de la modernidad. Frente a tantas voces que esgrimen que el capitalismo ha vencido, algunos con entusiasta triunfalismo, otros con sincera pesadumbre, en un momento en el cual mantener principios es equivalente a dogmatismo, reconocer la vigencia de los fundamentos del socialismo científico constituye la rémora de un pensamiento atrasado, hemos creído necesario volver a las fuentes para reencontrar la palabra, la praxis y la fuerza social en esta etapa de resistencia. Evitar la desagregación y recomponer las filas militantes de aquéllos que en la vida y las ideas seguimos convencidos de que la revolución social y el camino real y difícil de construir el socialismo es la apuesta al futuro, nos demanda no sólo la fortaleza de la convicción solitaria, sino la reconstitución del entramado sólido del compromiso colectivo. El presente es un proceso de construcción dialéctica y la realidad a veces sorprende, en especial cuando la rebelión de los esclavos reaparece y constituye los sujetos históricos que en cada tiempo y lugar recuerdan de manera implacable que la historia aún continúa. Noviembre de 1991

NOTAS:
(1) La III Internacional fue creada el 24 de enero de 1919. El Partido Comunista ruso reunió los Comités Extranjeros de los Partidos Comunistas húngaro, polaco, alemán, austríaco, letón y los Comités Centrales del Partido Comunista finlandés, de la Federación Socialista Balcánica y del Partido Obrero norteamericano.
(2) Ver: Cuadernos Democracia Socialista (Corriente Interna del Partido de los Trabajadores de Brasil), Volumen VII - Tesis - La Construcción de un PT como partido revolucionario, setiembre 1988.
(3) Ver Carlos Marx: Crítica al Programa de Gotha de 1875.
(4) Nos referimos al tercer período de la III Internacional con la posición negativa a constituir un Frente Unico Proletario para lograr la unidad de la clase obrera mediante pactos de acción entre comunistas y social-demócratas.
(5) Ver Documentos de la III Internacional, las 21 condiciones de admisión.
(6) Ver Cuadernos Democracia Socialista citados.
(7) Ver Carta de Marcelo Zugadi a los participantes del Plenario de Convocatoria del 7/4/90: «Sostener el concepto de un Partido de los Trabajadores no implica un desprecio por la teoría y mucho menos poner en duda las ideas del marxismo revolucionario. Se trata, por el contrario, de un determinado criterio, una concepción y una línea, para traducir aquellas ideas a nuestra realidad. Es equívoco plantear una oposición entre la tarea de edificar ya mismo un Partido de los Trabajadores, y el objetivo estratégico de construir un partido marxista revolucionario. El encuadramiento orgánico y disciplinado en un partido de masas conducido por genuinos dirigentes de los trabajadores, y el derecho democrático a exponer con franqueza y lealtad las propias posiciones, son dos ejes de esa doble tarea. A partir de esos puntales, no será demagogia u oportunismo afirmar que la conducción real y efectiva de este proceso debe estar en manos de dirigentes reconocidos como tales por sus compañeros de clase, en los lugares de trabajo o en los barrios, ni constituirá un pecado vanguardista presentar opiniones y afirmaciones rotundas desde una perspectiva revolucionaria marxista».
(8) Ver: Luis Bilbao, Panorama antes de la confrontación, Ediciones CESYP (Centro de Estudios Sociales y Políticos Pedro Milesi), Marzo 1989; reproducido en El Abismo y el Horizonte, Búsqueda Editora, 1993.

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