Mariátegui
y América Latina
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INTERVENCION
: Patricia
FUNES
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Quiero ubicar algunas
problemáticas sobre Mariátegui y América Latina, básicamente. Se ha destacado
en muchísimas oportunidades la creatividad, la originalidad del pensamiento
de Mariátegui. De la misma manera, se ha destacado también el sinnúmero de
adjetivos de que fue objeto José Carlos Mariátegui: "populista", "demagogo
tropical", "el primer comunista de América Latina", "vitalista nietzscheano",
etc. Uno podría leer, detrás de cada uno de esos adjetivos, generalmente dichos
con sorna, cuando no con un enorme desprecio, la posibilidad de poder confluir
acerca de cuáles fueron aquellos aportes que hacen a Mariátegui todavía hoy
a fin de siglo -o sobre todo hoy a fin de siglo- un pensador sobre el que
es bueno volver. Pero antes de eso, me gustaría hacer una cosa muy rápida:
un panorama de los años 20 en América Latina. Porque son años de ruptura y
años de crítica básicamente. Quizás los años 20 en América Latina duren más
de una década; probablemente una pueda fecharlos como desde el fin de la Primera
Guerra Mundial hasta el año 1935. Y la Primera Guerra Mundial tiene bastante
que ver en este ambiente crítico y de ruptura. Como escribía Ingenieros, que
fue uno de los referentes y grandes maestros de la reforma, en El Suicidio
de los Bárbaros: "si la civilización -sarmientinamente- se mataba en una guerra,
dónde estaba la barbarie?". Qué quiere decir esto? En los años 20 se invierte
el binomio de Sarmiento. Si Europa no es "la civilización", quizás por reflejo
América Latina tenía algunas posibilidades de ser creativa y mirarse introspectivamente.
Es decir, por un lado uno nota la quiebra, en un principio, del sujeto liberal.
Con la guerra se acaba el sujeto liberal y la idea de progreso que lo había
acompañado. Esto es algo bien importante porque a estas líneas antipositivistas
-el positivismo había sido la línea sostenedora de los estados oligárquicos
en América Latina, esos de "orden y progreso"- había que buscarles reemplazos.
Y en estos reemplazos, en estas herramientas, hay conjuntos de corrientes
muy eclécticas, muy heterodoxas, pero que en Mariátegui sintetizan de manera
muy peculiar. El idealismo, el humanismo, los espiritualismos, el vitalismo,
cierto irracionalismo -Mariátegui, en toda su obra, va a repetir en más de
una oportunidad que son más importantes los hechos que las ideas-, y esto
se va a advertir claramente cuando habla de la derecha europea. Este vitalismo
que alguien ha encontrado enormemente incómodo por el hecho de que los Siete
Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, que es quizás el libro más
orgánico de Mariátegui, tenga un epígrafe precisamente de Nietzsche. Sintetizó
con esta corriente antiimperialista y con otras corrientes que se dieron en
esta época. Una es el indigenismo. Los indigenismos -porque hay que hablar
en plural- son corrientes complejas; algunas vienen de una línea filantrópica
costumbrista; otros de una línea pedagógica -o sea, "hay que redimir al indio"
incorporándolo a la cultura blanca, la línea del padre Las Casas-. Y en el
Cuzco, en el año 19, un grupo de jóvenes va a fundar un grupo que se va a
llamar Resurgimiento -un nombre que tiene hondas características-, que va
a proponer una revisión del problema indígena. Entre ellos está Balcarce,
que va a ser amigo de Mariátegui. Y Mariátegui va a tomar la caracterización
del Perú, de las "cuatro quintas partes indígenas" -como decía Mariátegui
en su obra- del pensamiento de Balcarce. Y va a resituar el problema indígena
poniéndolo en un lugar completamente distinto del de la tradición precedente.
Porque el problema indígena podía ser un problema pedagógico, un problema
de educación, un problema étnico -que era lo que decían los indigenistas cuzqueños,
basta leer La Tempestad en Los Andes, donde Balcarce dice que no hay que redimir
al indio, sino que hay que redimir al Perú. El Perú es la sierra, el Perú
es la ruralidad, el agrarismo, el Perú es el techo. Mariátegui logra, en cambio,
unir dos problemas: el étnico con el social. Y dice: el problema del indio
es el problema de la tierra. Y esto, que parece tan sencillo de pensar, en
realidad inaugura una forma de pensar en la cual el indígena es pobre porque
es campesino, y ya no solamente porque es indígena. O sea que acá el problema
étnico se cruza con un problema social. Y tenemos aquí una de esas vertientes
bien interesantes del pensamiento mariateguiano. Además de los indigenismos,
tenemos en los años 20 una línea que nosotros precariamente podríamos llamar
nacional-popular, que es probablemente la que rescata el APRA, con el que
Mariátegui rompe en el año 1928. Sería interesante hacer un triángulo entre
los debates de Haya de la Torre con Mella. Haya de la Torre escribe un libro
-El Antiimperialismo y el APRA- para contestarle a Mella qué es el APRA. Este
debate se da en medio de polémicas muy encendidas. Como a Mella ya lo han
matado, en el Prólogo Haya de la Torre suaviza su libro. Y también, la polémica
entre Haya de la Torre y Mariátegui. Y esta ruptura que viene de este río
común que es el pensamiento de la reforma universitaria. Así como este río
después se va a dividir en afluentes. Mariátegui va a decir, en 1928, después
de la reforma universitaria: "nueva sensibilidad, nueva generación. Fueron
buenos y nuevos rótulos en su momento. Ahora bajo esos rótulos ya van pasando
gruesos contrabandos" va a decir en Los Siete Ensayos, marcando ya una diferencia
con la primera corriente reformista. Sin embargo es interesante recordar lo
del APRA porque nos va a dar pie para mostrar las especificidades de Mariátegui
respecto del APRA. Casi todo intelectual crítico, casi todo político crítico
de América Latina había suscripto, hacia el año 1924 y 1925, los cinco puntos
programáticos del APRA. Que eran: contra el imperialismo yanqui, por la unidad
de América Latina, por la nacionalización de tierras e industrias, por la
internacionalización del canal de Panamá -que era el único punto de la coyuntura-,
y por la unidad con todas las clases y pueblos oprimidos del mundo. Estos
cinco puntos apristas eran, en realidad, un gran río en el cual toda una generación
crítica estaba de acuerdo. En este antiimperialismo, el problema era sobre
cómo se hacía esto. Por la unidad de América Latina, el APRA estaba pensado
como un partido continental. Pero sobre todo eso de la nacionalización de
las tierras e industrias y de la solidaridad con los pueblos y las clases
oprimidas del mundo. Haya decía que primero que había que hacer era una revolución
social, y después una socialista. Ya en el registro de, primero, una revolución
democrático-burguesa incorporando a la burguesía con un frente de clases;
y luego, después de que se cumplieran las tareas democrático-burguesas, se
pasaría a la revolución socialista. Y esto tiene que ver con la idea del imperialismo
que tenían en esos momentos, muy influidas por Einstein -muy raramente, uno
puede pensar qué hacía Einstein metido ahí?-. Bueno, lo que hacía era que
la idea del espacio-tiempo histórico, de alguna manera, se utilizara para
analizar a las sociedades. Y esto tiene una base relativista. Es decir, el
tiempo no es lineal para todas las sociedades; o sea que cada sociedad va
cumpliendo su ciclo histórico. Esto, básicamente, es una manera de repensar
creativamente a América Latina. Pero también, en esta dirección, Haya decía
que el imperialismo no es como dice Lenin, la etapa superior del capitalismo;
sino que en América Latina se consuma un espacio-tiempo histórico en el que
es la primer etapa del capitalismo, porque es a partir de la inversión de
capitales imperialistas -norteamericanos en el caso del Perú- que se van extendiendo
las relaciones sociales capitalistas. Entonces, desde esta lógica, la revolución
tenía que ser primero social, y después socialista. Mariátegui va a chocar
con esta idea. Como Haya va a pensar que la estructura del Perú es dual -feudal
y capitalista-. Pero también va a pensar en la debilidad de la estructura
de clases peruana. Si hay algo que Mariátegui tenía muy claro era la debilidad
del proletariado peruano, la debilidad de la divulgación de las ideas socialistas
en Perú, del fuerte residuo anarquista que había en los sectores de las clases
trabajadoras -fundamentalmente los peones rurales de la zona de Trujillo,
de la zona de exportación de la caña de azúcar, los obreros textiles, los
obreros del Callao que eran portuarios-. Esto se va a ver aún en el año 33,
van a tener una forma de acción directa que está todavía permeada por este
residuo anarquista. Pero lo que Mariátegui decía era que si bien el frente
de clases era algo que permitía quebrar el orden antiguo, la vanguardia de
este frente de clases -que para Haya de la Torre era la burguesía, las "clases
medias" decía él, los "trabajadores manuales e intelectuales"- para Mariátegui
el liderazgo de este frente de clases tenía que ser proletario. Y ésta es
la ruptura más grande que Mariátegui marca, no solamente en el horizonte de
la transformación -es decir, un horizonte socialista-, sino que está completamente
en desacuerdo con la idea de Haya de que este frente tenga que estar liderado
por las clases medias. Para Mariátegui tiene que ser el proletariado. Y Mariátegui
inició una acción política en esa dirección. Sobre eso me gustaría detenerme
en algunas cuestiones. Mariátegui tuvo una vida muy complicada. Nació en 1894,
se murió en 1930. Muy joven perdió una pierna, quedó paralítico. Desde 1919
a 1923 estuvo en Europa, donde él dice que desposó una mujer y varias ideas.
Y escribe, básicamente, su producción desde 1924 hasta 1930; sobre todo la
producción que él reivindica como más representativa. Porque desde muy chico
trabajó como linotipista, había tenido una familia muy humilde. Entró como
linotipista a los 15 años, y se ganó la vida como periodista -como tantos
intelectuales y políticos de izquierda, en América Latina, en muchas ocasiones-.
Escribía sobre turf, escribía una especie de viñeta sobre la sociedad limeña.
No olvidenemos qué era Lima en esa época. Lima era una ciudad colonial, con
todo lo que esto puede significar y traer aparejado; entonces, escribía unas
crónicas muy mordaces. Pero todos estos son los escritos que él mismo denomina
"los escritos de la Edad de Piedra". Entre el 24 y el 30 escribe sus obras
más importantes. El año 29 es probablemente el año más fértil de la vida de
Mariátegui, y es el año previo al de su muerte. En este año -1929- aparecen
los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana; prepara El Alma
Matinal y Las Estaciones del Hombre de Hoy -creo que son los dos libros más
orgánicos de Mariátegui-. Y además, paralelamente a esta tarea, se involucra
en la organización de la Confederación General de Trabajadores del Perú y
crea el Partido Socialista Peruano. Es decir, una acción de divulgación intelectual
-hay que recordar que además dirigía dos revistas, una que se llamó AMAUTA,
que es probablemente la revista literaria más importante de América Latina
de los años 20-. Los años 20 son de gran florecimiento, aparecen revistas
políticas, revistas literarias, las revistas CLARIDADES -que por lo general
son socialistas y a veces comunistas, en el caso de la Argentina era socialista,
en Chile el núcleo de esta revista es el que da origen al Partido Socialista,
donde escribía por ejemplo un joven que se llamaba Pablo Neruda- uno las puede
rastrear por toda América Latina. Y uno puede encontrar un conjunto de revistas
entre las que AMAUTA es una especie de faro de discusión de distintos tópicos
-políticos, literarios, de crítica-. Y Mariátegui tiene otra revista, que
es LABOR, que es una revista ya sí dirigida a la divulgación de las ideas
socialistas entre el proletariado peruano. Toda esta actividad la desarrolla
entre los años 1928 y 1930. Y por qué nombro toda esta profusa actividad de
Mariátegui? Porque si uno toma el libro más acabado de Mariátegui, los Siete
Ensayos, donde están concentradas sus tesis sobre América Latina, él dice
"voy a escribir los Siete Ensayos porque quiero contribuir a la crítica socialista
de la historia del Perú, y quiero contribuir a la construcción del socialismo
peruano." Y decía que el socialismo no sería socialismo ni sería peruano si
no tuviera un espacio para representar a los campesinos indígenas. Y esto
junto con su tesis sobre el problema de las razas, y con el escrito "Punto
de vista antiimperialista" fue lo que presentó en el año 1929 en la Conferencia
de Buenos Aires. Y por eso fue considerado populista por las líneas más duras
de la Tercera Internacional. Y acá también sería bueno hacer un paréntesis
y plantear el hecho de que Mariátegui, aun cuando siguiera a la Revolución
Soviética en todos y cada uno de sus derroteros, y haber sido además miembro
de la Tercera Internacional Comunista, trata de mantener una importante autonomía.
Sobre todo cuando crea el Partido de la Tercera Internacional. Es más, al
Partido le pone Partido Socialista del Perú, precisamente para mantener esa
autonomía entre otras cosas porque consideraba que había un conjunto de tareas
que había que hacer en las sociedades coloniales, semifeudales -como era el
caso del Perú-, que no estaban representadas en el pensamiento comunista más
cristalizado de la tercera Internacional -sobre todo, del stalinismo-. Precisamente
estas tesis -el problema de las razas y "punto de vista antiimperialista"-
fueron objeto de enormes polémicas. Mariátegui se muere y quien le sigue en
la dirección del partido, que es Eudocio Rabines -que podría ser el personaje
simétrico de Codovilla en Perú-, le pone Partido Comunista del Perú. Y acá
hay una especie de cercenamiento de la figura de Mariátegui. Pasa a ser casi
una figura herética, una figura maldita en el Perú, hasta los años 50 en que
se lo redescubre. Y ya en los años 60 empieza a circular su obra, sus hijos
editores la compendian, la imprimen, la publican; y empieza a rediscutirse
a Mariátegui. Entre los años 30 y casi los 60, Mariátegui no tiene ni seguidores
ni discípulos, ni gente que prosiga con su línea de pensamiento. Lo cual marca,
básicamente, tres momentos de la acción de los pensadores marxistas y de la
acción comunista en América Latina. Una es hasta 1935, que ya saben que es
cuando la Internacional Comunista cambia la política de la lucha de clase
contra clase a los frentes populares. Esto, se entiende, en el contexto de
la Segunda Guerra Mundial y del binomio fascismo-democracia. O sea, un "hasta
el 35" con Mariátegui, Mella, Ponce, que sería esta primera etapa. Otra, del
35 al 59. Y otra, del 59 en adelante. Es precisamente en esta tercera etapa
en la que hay un redescubrimiento del pensamiento de Mariátegui. Antes de
terminar, me gustaría destacar otra cosa del pensamiento de Mariátegui. El
planteaba su obra en función teórica, en función política y en función ideológica;
pero también en función de una actitud. Si uno lee El Alma Matinal, puede
decir que son escritos del año 24 ó 25. Pero uno sigue leyendo los Siete Ensayos,
o lee Aniversario y Balance, que son textos ya del final de su vida, él tiene
dos actitudes. Y estas dos actitudes frente a la vida -este rasgo vitalista
es muy importante en Mariátegui-, frente a lo que es la fe revolucionaria
-Mariátegui tenía una importante impronta soreliana, en el sentido de que
pensaba que la gente para actuar precisa de una suerte de mito movilizante.
Y este mito movilizador, en el caso del proletariado, debía ser la revolución
socialista-. eso, y la idea de la moral de los trabajadores, y de la ética
socialista, son influencias fuertes que tiene de Sorel en esta reinterpretación
que él hace del marxismo. Estas dos actitudes, Mariátegui las ejemplifica
con dos intelectuales. Dice que hay gente que está desencantada, que "hay
almas desencantadas". Esa gente es la que está representando a la sociedad
burguesa, a la sociedad decadente -está metido en el momento de la decadencia
de la guerra; Spengler había escrito un libro que se llamaba "La decadencia
de Occidente", que era muy leído por los políticos e intelectuales de América
Latina-: esa es la actitud decadente. Hay, en cambio, como dice Romain Rolland,
"almas encantadas". Son aquellas almas que apuestan a la transformación y
a la creatividad. Y que apuestan no sólo a crear un mundo nuevo, sino a pensar
un mundo nuevo. En estos dos carriles -el alma desencantada, que para él es
la de Ortega y Gasset; y el alma encantada que es la de Rolland-, Mariátegui
pensaba de qué manera los intelectuales piensan la transformación social.
Este es para mí un tema muy importante, aunque se pueda pensar que es subsidiario
del pensamiento del pensamiento de Mariátegui. Yo podría demostrar que no
tanto. Estamos a fin de siglo, y estamos en momentos de perplejidad, sin representaciones
sobre el futuro. Y quizás esta idea de Mariátegui -del alma encantada y el
alma desencantada- nos puede orientar en cuánto a de qué manera poder transformar
el futuro, pero también en cuanto a de qué manera poder pensarlo de una manera
vital y creativa. Esto tiene que ver bastante con los intelectuales y las
actitudes. Mariátegui pensaba en cuatro formas de intelectuales. A unos los
llamaba "intelectuales de panteón". Decía. casi textualmente: "son hombres
tubulares, no son hombres panorámicos. Son hombres que escriben y hacen para
el poder. Son hombres que le tienen fobia al pueblo. Son hombres que están
comprometidos con las burguesías o con las oligarquías". Un segundo grupo
es el de los intelectuales ya más modernos, pero intelectuales "de la reacción".
Está pensando en toda la derecha europea. Otro campo es el que llama de las
"genéricas izquierdas", que son las izquierdas reformistas -de la reforma
universitaria-, aquellas personas que más contribuían a disolver el edificio
de la sociedad vieja. A esos había que sumarlos. Precisamente Einstein, que
nadie puede decir que es un hombre de izquierda, dice Mariátegui en El Alma
Matinal, es alguien que está demoliendo el edificio de la sociedad anterior.
Ese hombre tiene que formar parte de este campo de crítica, de creación y
recreación de formas de pensar el futuro. Pero para Mariátegui, también -y
esto lo tiene clarísimo- hay un solo tipo de intelectual: el que suma la política
a su quehacer. La política, pensada en términos de Mariátegui, tiene que ver
con la acción y con el pensamiento, con la teoría y con la praxis. Y la política
con la revolución. Acá hay una superposición que uno puede leer sin desvirtuarlo,
rápidamente, en los años 60. Es decir, aquel es el intelectual que piensa
en transformar la realidad. Lo decía Mella: "guardemos las bellas palabras
para lindas cosas, que hay pocas como bellas palabras" -de un artículo que
se llama "Intelectuales y Tartufos", que está fechado en el año 1925-. Esta
superposición intelectual-política-transformación va a estar muy clara en
una anécdota muchas veces relatada acerca del Che. Un arquitecto se encuentra
con el Che, y el arquitecto dice: "yo soy arquitecto, cómo puedo contribuir
con la causa revolucionaria?", a lo que el Che responde "yo era médico". O
sea, que todo se subsumía a la condición de revolucionario político. El caso
de Mariátegui es muy interesante porque, para él la pelea además se da en
el campo de la cultura contrahegemónica. Si no, Mariátegui no hubiera dado
toda su energía y el escaso tiempo que tuvo para sacar todas esas revistas,
en polemizar con todos esos que sacaran una idea que le pareciera interesante
-aunque estuviera en las antípodas-. Hay, si ustedes quieren, algunas cosas
insólitas. Por ejemplo, una polémica entre Mariátegui y Lugones, que ya a
esta altura había abrazado la causa del fascismo criollo, ya había dicho el
discurso de "La hora de la espada", etc. Pero Mariátegui pensaba que Leopoldo
Lugones era ya un hombre de los tiempos nuevos, no del tiempo del vivir dulce
y parlamentariamente, sino del tiempo de vivir peligrosamente y audazmente.